lunes, 16 de enero de 2012

ANA JARA Y LOS JUEGOS DEL LENGUAJE

Reflexiones sobre la recién nombrada Ministra de la mujer
(Primer parte)

Ana Jara – flamante ministra de la mujer en el Perú – pidió que quitaran la cruz y la Biblia al momento de la juramentación del cargo que ahora ostenta. Tras las palabras de rigor dichas por el presidente Ollanta Humala, respondió refiriéndose al texto de Isaías 9:6, “Ante Jesucristo, admirable, consejero, Dios fuerte, padre eterno, príncipe de paz…Sí, prometo”, versículo que se interpreta como anuncio de la llegada del Mesías al mundo (en la cosmovisión evangélica). La periodista de América televisión que comentó la noticia indicó que “llama más la atención que el juramento haya sido ante Jesucristo porque este se retiró”, dijo esta frase mientras soltaba una risa inesperada.

La sorpresa de la reportera es explicable si entendemos que la situación ocurrida es producto de la interferencia ocasionada por “juegos del lenguaje” distintos, que son necesarios analizar.

Sobre el retiro de la cruz, es explicable si comprendemos que Ana Jara se remite a una tradición evangélica cristiana que obedece a lecturas casi literales de algunos versículos bíblicos. Como es el caso de Éxodo 20:3-4, “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen (…)”. Por ello, en el imaginario de Ana Jara, juramentar ante una cruz es cometer un acto inmoral de adoración idolátrica y una blasfemia ante Dios. La sonrisa de la periodista de América televisión nos permite también observar que para algunos católicos romanos la presencia de la cruz ya implica la presencia de Cristo, de allí pues su comentario algo sarcástico, no solo por los conceptos y símbolos que maneja, sino por el nuevo lenguaje que ella ve ante sus ojos.

Respecto a evitar el “SI, JURO”, y declarar “SI, PROMETO” es importante hacer otra aclaración. Para un evangélico (que ahora usan el nombre de cristianos), hacer un JURAMENTO, resulta imposible pues su perspectiva descansa en la comprensión literal de Mateo 5:34, donde Jesús insta a no jurar en ninguna manera, pero que todo SI sea SI y que todo NO sea NO, según señala el texto. Por ello, es que Ana Jara no juramenta, PROMETE. Ahora bien, esta declaración está amparada por las leyes del país, así que no ha cometido ningún acto contra ley, por el contrario, ha puesto en práctica una norma que le permite expresar su compromiso en términos propios de su fe.

Sin embargo, la ahora Ministra ha visibilizado un problema que se hará cada vez más evidente, los evangélicos por lo general manejan un “juego del lenguaje” muy particular, que inevitablemente entrará en conflicto con una serie de conceptos propios de la fe católica romana y con propuestas secularistas que poco tienen que ver con el ámbito religioso. Es decir, incluir de un momento a otro, términos propios de la vida evangélica eclesial, conceptos generados a partir de una experiencia de fe particular y definiciones propias de ámbitos teológicos que asumen una lectura casi literal de la Biblia, empezarán a ocasionar un desfile de sarcasmos por parte de personas que desconocen estos conceptos y que entenderán a primera vista, que más que una ministra y profesional se tendrá a una “hermanita de iglesia”, lo cual resulta incompleto, pues hay que reconocer que Ana Jara tiene una interesante trayectoria política y que su presencia como ministra hoy es resultado de todo un proceso donde sus estrategias han ido dando los frutos esperados.

En suma, puede decirse que Ana Jara representa a un grupo de “actores políticos” evangélicos de línea conservadora que se están enfrentando con primitivas y elementales definiciones teológicas a complejos problemas sociales y políticos. Si bien no carecen de capacidad profesional, se evidencia en ellos un gran abismo entre su formación universitaria y la capacidad para explicar argumentativa y alturadamente su experiencia espiritual personal, confundiendo en sus declaraciones conceptos propios de un ámbito y colocando otros que no pertenecen al mismo. Esto genera una distorsión en el lenguaje y una percepción sesgada de lo que puede significar el ser evangélico, sea de la línea que sea.

Pero lo expuesto no resulta lo más interesante, sino las declaraciones hechas en la entrevista realizada por Beto Ortiz. (Continuará)