Por: Manuel Obeso Pérez
Estamos a pocos días de elegir a la persona que nos gobernará los próximos cinco años. “Algo” me dice que estamos a un paso de cerrar el correlato del capítulo más oscuro de la historia peruana. Es un anhelo que me apura: la derrota del “virus de la corrupción” que destruye el tejido social.
Como se sabe este capítulo tiene dos componentes autoritarios y fundamentalistas. Por un lado, el violentismo terrorista personificado en Abimael Guzmán y Víctor Polay (en menor proporción). Por otro lado, la corrupción institucionalizada personificada en la dupla Fujimori-Montesinos.
Las fuerzas policiales de inteligencia derrotaron al violentismo terrorista con la captura de los jefes de los dos grupos alzados en armas: Abimael Guzmán y Víctor Polay. E importantes sectores del conocimiento lograron su deslegitimación política. Los remanentes violentistas coludidos con el narcotráfico confirman el hecho definitivo de su derrota política.
Por un tiempo, porque no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, la corrupción institucionalizada (el otro componente), escondió y disimuló su impronta delincuencial y criminal con el usufructo de la victoria contra el terrorismo que no les pertenecía y con el “exitoso modelo económico” de la festinación de los bienes del país en beneficio de intereses privados.
El “invicto” gobierno de Kenya Fujimori y su socio Montesinos fue herido de muerte con la puesta en escena de su conducta corrupta y corruptora. El signo: la salita del SIN donde se filmaba la compra de las conciencias y voluntades de lo más pintado de la vida social, política y económica. Del “exitoso gobierno político, económico y militar” solo brotaba pus a raudales.
Kenya Fujimori y su socio Vladimiro Montesinos, tal como Abimael Guzmán y Víctor Polay, también eran unos “fuera de la ley”. Los forajidos ya no pudieron seguir engañando. Fugaron, se escondieron y al fin fueron sentados en el banquillo de los acusados donde se les juzgó y sentenció con toda justicia. Nunca se había realizado en la historia peruana juicios tan trasparentes como estos.
Pero eso sólo era la punta del iceberg. Con los jefes y buena parte de la banda en la cárcel, curiosamente, la red mafiosa que se había tejido no se desarticuló, como si sucedió con los grupos alzados en armas. El dinero acumulado de sus latrocinios y la laxitud de los gobiernos que se sucedieron, contribuyeron a que los miembros camuflados continuaran actuando con impunidad.
El gobierno de Toledo nunca dio muestras de tener conciencia cabal de la dimensión de penetración y daños causados en el tejido sociopolítico por la mafia corrupta. De Alan García, un corrupto reciclado y responsable político del asesinato de los presos en el Frontón, no se podía esperar nada en concreto frente a la corrupción.
La derrota política de la banda mafiosa generadora de corrupción y crímenes, como nunca fue prioridad de los gobiernos “democráticos”, nunca se logró. Tampoco se hizo el menor esfuerzo por desactivarla neutralizando a los miembros que permanecían enquistados y agazapados en las instituciones públicas y privadas.
Permitir que el jefe de la banda operara desde su bunker llamado “La prisión”, porque es todo menos eso, tiene costos muy altos que tarde o temprano se pagan: otorgar vigencia política a un delincuente y criminal. El experto en la simulación y el engaño consiguió “salir” de su prisión con el recurso del “ventrilocuismo político” para hablar en todas las plazas del Perú. La hija se prestó para el juego.
Hoy la mafia está de vuelta, sólo es un decir porque nunca se fue, como un virus que no fue tratado adecuadamente. Alan García celebra por anticipado. Es de los pocos que tienen razones para estar felices, porque tiene garantía de impunidad como al final de su primer gobierno. Nunca pagó por lo que hizo y ahora tampoco quiere pagar por lo que está haciendo en su segundo gobierno.
La mafia ha vuelto con mucha fuerza, sus signos son cada vez más visibles, y amenaza destruir lo que queda de tejido sano en el cuerpo social. Es un virus que ha confundido el sistema inmunológico del cuerpo social y lo usa para destruir sus propias defensas. Tal es su confianza que se han sacado las máscaras y se muestran: “Nosotros robamos, mentimos y matamos menos pero hicimos obras. Únanse los que son como nosotros”.
Ahora que el virus se ha hecho visible en toda su dimensión junto con todo aquello que ha infectado, es el momento de máxima posibilidad para el cuerpo social: derrotar el mal definitivamente o morir en el intento. No queda otra alternativa. Porque el virus de la corrupción hace imposible una real democracia, un desarrollo económico saludable, una convivencia menos desigual y una relación sana con la naturaleza.
En la primera vuelta de estas elecciones, el pueblo con su voto realizó una cirugía de alto nivel al extirpar de la vida política el “tejido aprista” invadidó por el virus de la corrupción. Ahora le toca con la misma sutileza y eficacia extirpar el “tejido fujimontesinista” que ha quedado claramente identificado para recuperar la salud del cuerpo social.
De ser así, al nuevo gobierno compuesto por un tejido sano le corresponderá la tarea de alcanzar la victoria política sobre la mafia corrupta que envileció la actividad política pública y trabajar en correspondencia al Estado de derecho por la desactivación definitiva de los “focos” mafiosos que se escudan en el Estado de derecho, la libertad de expresión, la libertad de empresa para organizar y consumar sus actos corruptos en perjuicio de la patria.
Es la hora en que el tejido sano del cuerpo social, compuesto de periodistas, empresarios/as, profesionales, trabajadores, comuneros/as y ciudadanos/as; hombres y mujeres, jóvenes y adultos con dignidad, unan esfuerzos para extirpar del cuerpo el virus de la corrupción que amenaza su vida, su futuro y el de las generaciones venideras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario