sábado, 21 de mayo de 2011

¡Da gloria a Dios! O del arte de enmascarar los hechos para preparar el linchamiento

Por: Lic. Manuel Obeso Pérez
Pastor de la Iglesia Luterana Evangélica Peruana
Teólogo


“¡Dad gloria a Dios!” es una expresión que tiene la nota de invocación, por parte de quien ministra las cosas de Dios al pueblo, a rendir honor a Dios ante determinadas circunstancias que le toca vivir y que ameritan este reconocimiento.

Tratándose del Dios de Jesucristo, el Dios amor que funda en su propia naturaleza la libertad del ser humano, el Dios que actúa libérrimamente para santificar su nombre en los procesos de liberación de toda su creación de la vanidad; indudablemente siempre habrá razones para invocar a darle gloria, honra y honor.


La historia bíblica da cuenta de un sinnúmero de sucesos en los cuales el pueblo sobrecogido por el asombro, invocado por sus líderes, dio gloria a Dios por sus indubitables actos de liberación y de sanación. Actos de inocultable carácter político donde Dios hace manifiesta su radical distinción, santidad, del actuar humano frente a la realidad opresora.

Moisés y María invocaron al júbilo glorificador tras la liberación de Egipto; el salmista invocó al pueblo: “Glorifica al Señor… (por)que da prosperidad a tu territorio y te sacia en el mejor trigo”, y los evangelistas cuentan de cómo los hechos sanadores de Jesús fueron una permanente provocación al asombro y a glorificar el nombre de Dios (reconocer que Dios estaba en Jesús obrando generosamente conforme a su santidad).

Pero, Juan el evangelista nos presenta un suceso bastante extraño sobre la invocación a dar gloria a Dios. No se trata de confirmar con la alabanza la autentica procedencia de Dios de hechos liberadores y sanadores sino del enmascaramiento de una acción donde justamente se hace manifiesta la gloria de Dios, con el fin de no legitimar al gestor de tal acción como portador del poder divino.

Sucedió posterior a la sanación de un ciego de nacimiento realizada por Jesús un día de reposo. Los fariseos, religiosos laicos con poder para denunciar toda violación del orden establecido, convocaron al hombre sanado a “dar gloria a Dios” y denunciar a quien lo había sanado.

El hombre sanado tenía razones suficientes para dar gloria a Dios, pero “da gloria a Dios” en boca de los fariseos sonaba a emboscada. Lo “invitaron” a involucrarse en el enmascaramiento de la realidad cuyo personaje central había sido él. Debía celebrar la sanación de Dios al tiempo que deslegitimaba al mediador de la sanación, señalándolo como pecador.

Jamás pensó, el hombre sanado, que el día más extraordinario de su vida significaría el inicio de una pesadilla, por el trastocamiento de la realidad ejercida por quienes tenían su vida dedicada a mostrar el camino certero a los socialmente ciegos e ignorantes.

Le habían enseñado que Dios no escucha (léase, mediador de la acción divina) a los pecadores y por eso siempre eran necesarios los “justos” como mediadores de la verdad de las cosas. Y ahora, resultaba que, al decir de ellos, el hombre capaz de devolverle la vista era un miserable pecador (no procedía de Dios por no ajustarse a las reglas del orden religioso). Por tanto, no se podía esperar nada bueno de él.

Así, de su inicial y abierta confesión de Jesús como profeta, frente a la brutal puesta en cuestión (“a nosotros nos consta que es pecador”) de la procedencia de su benefactor, pasó a una condicionada pero convencida respuesta: “Si es pecador, yo no lo sé. Lo único que sé, es que él me sano”.

Razones no le faltaban para actuar así, pero ya era tarde: lo privaron de su membresía de la comunidad por hablar bien de Jesús. El desconocimiento de esta medida acordada con anterioridad no lo libró de ser el primero, según Juan, que echaron de la comunidad por hablar bien de Jesús, es decir, confesarle.

Los fariseos ya habían decidido la deslegitimación de Jesús y de su propuesta en medio del pueblo. No encontraron una mejor forma que señalarlo como “pecador”. Y, si ellos lo decían es que era así. No había más que discutir. Tanto así, que quien osara desafiar esa verdad “constatada” por ellos se exponía a la expulsión y a la negación de su derecho a la ciudadanía.

La imposición de “la verdad por decreto” sobre las cosas, los hechos y las personas no ha perdido actualidad. Se hizo con Jesús, y luego con sus seguidores, demonizándolos para tener razones con qué fundamentar su linchamiento como un servicio a Dios, sin objeciones. Se hace hoy con toda aquella persona que constituye una amenaza para quienes sostienen y se sirven del “ordenamiento establecido”.

La metodología para mantener un “ordenamiento social” continúa siendo la misma. Y como entonces, a los “protectores del ordenamiento impuesto”, continúa dándole “buenos” resultados. Todas aquellas personas que pretenden cambiar el ordenamiento con fines de una mayor justicia social y humanización son declaradas enemigas del “bien común”.

Si entonces se usaba a Dios o el ordenamiento de Dios (que no se puede cambiar) para “demonizar” a los disidentes del sistema, hoy se usa fines “altruistas” como el “estado de derecho”, “la libertad de expresión”, “la propiedad privada”, “el consumo”, etc. Todavía sirven para proteger intereses particulares egoístas disfrazados de bien común.

Hoy asistimos a una sistemática demonización del candidato a la presidencia por Gana Perú, para realizar de manera impune su linchamiento político. Lo han desfigurado tanto que cualquiera buena acción que él haga o proponga, rápidamente es “leída” como negativa y nociva para los intereses de una población que, paradójicamente, anhela se hagan efectivas esas acciones.

Sucede que, junto a la demonización del candidato de las multitudes empobrecidas, se está conduciendo a estas mismas multitudes a odiar aquello que es para su bien. Se está perdiendo de vista que en estas elecciones tenemos que decidir entre una banda mafiosa que quiere tomar por asalto el palacio de gobierno y un partido político con una propuesta de cambio social con justicia y equidad.

No es tarde para despertar de la resignación a la “esclavitud voluntaria” de los salarios de miseria que sirve a los “egoístas de la mercancía” que sólo piensan en su propio enriquecimiento (con usos corruptos) antes que en la dignidad de quienes brindan su trabajo para alcanzar los medios que le aseguren la reproducción y el desarrollo de su vida.

¡Dad gloria a Dios! Pero asegúrate que eso no signifique la justificación del linchamiento político del candidato en el cual se atisba un hilo de luz para un Perú digno.

1 comentario:

  1. Manuel,
    Creo que Dios dará a nuestro país ese gobernante que toda Latinoamérica anhela, hablo del pueblo latinoamericano sencillo, por supuesto. Pues ya tenemos Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay, Brasil en alguna medida avanza y ojalá los verdaderos chilenos y colombianos tenga su oportunidad. En Centroamérica, Nicaragua y ojalá Honduras. Y todo esto creo es un auténtico movimiento del espíritu de Dios. (Parece lenguaje pentecostal, que vende renovación). Pero me refiero a un movimiento reivindicador, justiciero, solidario, revolucionario y socialista en todo el continente del sur y parece que ya hay brotes interesantes también en el norte.
    Cuba, la antigua parece que cansada de 50 años de vivir en la "pobreza" ahora intenta probar su solidez queriendo saborear los gustitos del imperio neoliberal, tal vez envidiando la "prosperidad" de la falsa China comunista. No creo que salgan bien parados de la experiencia, pues el espíritu del capitalismo se nutre de lo más bajo del ser humano, esto es sus instintos. Y contra eso, sólo un amor superior a Dios, puede mantenerlos sólidos. Acontecerá como la experiencia de Gorbachov en la Rusia de ese tiempo. Al hombre le parece difícil vivir sólo de maná, quiere probar las sazones del imperio dominante. Y eso traerá la destrucción de lo que costó mucho construir en estos áridos 50 años. Venezuela luego de 5 años de transformaciones ya tiene disidentes. Libia de Kadafi, después de 40 años sufre de opositores que se mueren por lamer los pies de occidente. Parece que el socialismo como proyecto auténtico sólo en el cielo. Pues no hay fuerza que pueda controlar los instintos del hombre. Sólo Dios, sólo Jesús.
    Hay mucha gente que aún cree que haciendo un balance entre neoliberalismo mercantil y un enmascaramiento de la pobreza con participación del crecimiento económico va resolver los problemas sociales, digo enfáticamente, no hay nada más mentiroso que eso. Es como cristianismo en manos del capitalista, sólo servirá para engañar, manipular, distraer pero continuar robando. (Infelizmente todavía hay creyente de esa laya en todo el mundo). Hay mucho trabajo por hacer respecto a eso.
    Por eso pienso que si gana Humala en estas elecciones, será apenas el comienzo de una serie de luchas, pues optar por el socialismo es meterse en una guerra contra el imperio neoliberal (Y ahí hay muchos intereses transnacionales). No hay que olvidar que fue el pueblo que devolvió el gobierno a Hugo Chávez, luego de un golpe, lo mismo aconteció con Rafael Correa y Evo Morales. Cuando el imperio ya los había condenado a muerte, fue el pueblo movilizado que significó la diferencia. El imperio inventará cualquier pretexto para impedir la verdad y la justicia. Lo está haciendo en Medio Oriente y en norte de África. Invasiones y cruzadas reales. Por mientras en nuestro país sólo emplea un sistemático linchamiento político y mediático.
    Manuel, me gustó la apelación a la gloria de Dios, para animar a los "creyentes" que aún no han logrado “juntar” religión con política. ¡Felicitaciones!

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