miércoles, 11 de mayo de 2011

Higuera estéril

El fracaso de los sistemas ético-morales generados y defendidos desde la comunidad evangélica

Michael Ayala Alva
Profesor de Humidades
toky.omkoy@gmail.com


Hoy, asistimos al rotundo fracaso de los sistemas éticos y morales generados por la mayor parte de la comunidad evangélica. Hasta el momento, como los fariseos de antaño, pastores y líderes instalan pesadas cargas morales a modo de morfina o alucinógenos que los feligreses reciben, para aliviar su angustia y ansiedad emocional en un mundo desigual y al borde del colapso. Sin embargo – y ante la necesidad de generar drogas emocionales cada vez más potentes -, la mirada del liderazgo sólo controla al súbdito durante el culto y, satisfechos por lo que ven, no perciben que su control se limita a cuatro paredes y un púlpito, pues al salir el feligrés a la sociedad, y al encontrar otra realidad, suelta la pesada carga (o con ella encima) para entregarse a sistemas ético-morales tan esclavizantes como el farisaico “no a esto, no a aquello, no a nada”.


La degeneración se repite también en el liderazgo; a favor de mantener su propio status, los farisaicos se instalan cargas que ellos mismos no puede cargar, pero cubren su incapacidad con niveles cada vez más totalitarios y apostólicos de autoridad, rodeándose de esclavos encadenados y con jorobas morales que, a la luz de su opresión, exaltan la incuestionabilidad de sus líderes y el mandato divino que han recibido por parte de un dios creado por el sistema de la acumulación de bienes.

Pero no es el tiempo de condenar a estos o aquellos. Aunque sí de exteriorizar y hacer esfuerzos por expulsar a la legión demoniaca que se ha apoderado de las estructuras eclesiales y sus liderazgos (hablo en sentido metafórico). Hoy, al preguntarle al hombre desnudo que recorre las estepas de Gadara cuál es su nombre, este ha respondido: “sistema moral-ético es mi nombre…y somos muchos”. Hoy, es necesaria la liberación para la reconciliación, la salvación del liderazgo dedicado y condenado a mantener un status a cambio de la subyugación de su espíritu crítico, de su deber de escudriñar las escrituras, de la voz profética que está dispuesta a denunciar aquello que, en nombre de Dios, pretende colocar yugos de hierro o piedras de molino en los cuellos flagelados de los hombres y mujeres que participan de la comunidad evangélica.

Por ello, cualquier ejercicio condenatorio, cualquier dedo señalador sería caer en las mismas cadenas farisaicas que oprimen al pueblo evangélico. Es urgente y necesario contemplar, vislumbrar y ofrecer alternativas para la construcción de nuevas propuestas ético-morales que sean eficaces, eficientes y efectivas, pues las contradicciones empiezan a agudizarse a tal punto, que muy pronto estaremos hablando de fariseísmos encubiertos por el poder político (atentos a Julio Rosas) y estados totalitarios impulsados desde la misma realidad evangélica.

Sin embargo, las respuestas o alternativas farisaicas – a falta de estupefacientes más potentes para su feligresía que empieza a cansarse de Macos Witt o Danilo Montero - pretenden ensanchar los muros del templo hasta las fronteras del Estado. En su pretensión de controlar, manipular y vigilar a su propia grey, se han lanzado a postulaciones políticas en pro de sistemas ético-morales que han degenerado en un sinfín de contradicciones. Las estacas de la gran tienda eclesial se han ampliado, pero ello sólo ha sido motivo para contemplar cómo la gangrena de la corrupción al interior de las denominaciones evangélica se amplía y ahora se hace visible.

Asimismo, embebidos por la sed de poder, grupos eclesiales se enfrentan unos contra otros, luchan o se alían con la esperanza de adquirir el empoderamiento necesario que les garantice la permanencia del orden que han impuesto, las cargas que han colocado, los demonios opresores que han creado. En su afán de control, han generado teologías y mecanismos que garanticen su perennización en el cargo que ostentan. El precio de su sobrevivencia es la traición a sus propios sistemas, el asesinato silencioso a aquello que tanto defienden, la amenaza de demanda a quien acuse, el sicario disparo a quien proteste, el destierro, desprecio y exilio a quien levante su voz contra el pastor corrupto, el líder incoherente o el apóstol que esconde la verdad con sutiles amenazas de excomunión o condenas infernales. En medio de esto, el cadáver ético-moral es exhibido como una mallqui sagrada en cada culto y se presenta como un ser viviente de forma mágica y fantástica, tras esto, el grito de júbilo desesperado vaticina el reparto del alucinógeno religioso que mantendrá las libertades reprimidas y subyugadas para así lograr que el multitudinario público termine por ceder a cualquier indicación; firme cualquier planilla, vote por cualquier candidato político o diezme la cantidad que se le ordene.

Son tiempos de cambio y momento de contradicciones. Hoy, celebramos las angustias y frustraciones de aquellos sistemas muertos que hacen algunos movimientos típicos de un cuerpo hediondo que reacciona por pura inercia. Asistimos a la lenta muerte de un sistema que quiere retroceder en lugar de mirar el horizonte que nos muestra el futuro. Pero aún no se toca fondo, todavía el liderazgo eclesial quiere creer que puede mantener la mentira y la farsa de un sistema moral que ya no funciona ni para los feligreses (cada vez más decepcionados y en mayor número), ni para los liderazgos mismos, que han tenido muchas veces que sacrificar a sus propios hermanos en la fe para mantener la denominación – sea cual fuere – en pie.

“…el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego” (Lucas 3:9)

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