miércoles, 11 de mayo de 2011

La sonata inconclusa de Keiko

Por: Alfonso Wieland
Co-Director de PAZ Y ESPERANZA INTERNACIONAL
alfonsowieland@yahoo.com

Lo recordaba casi nada, pero oyó mucho de él. Se trataba de su abuelo, quien había desmontado las reformas políticas y religiosas del gobernante anterior. Fue su abuelo un personaje sanguinario, derramó sangre inocente, e incluso quemó vivos a sus hijos en nombre de los dioses. Practicó el espiritismo, la brujería y la hechicería. En contra de la tradición monoteísta de su pueblo, se atrevió a colocar una estatua idolátrica y la puso en el templo erigido al Dios invisible.

Su abuelo murió a los 67 años y le tocó a su padre gobernar ese pueblo. Solo lo hizo dos años. Y su padre fue asesinado por gente allegada. Pero ese corto periodo fue suficiente para que los historiadores lo consideraran un tirano, un idólatra, un político que menospreció y ofendió los valores de convivencia que Dios había enseñado a esa nación.

Sin embargo, Josías no fue como su padre Amón ni como su abuelo Manasés. A sus tiernos ocho años de edad fue coronado como Rey de Judá. Josías, y la gente que lo rodeaba, decidieron reformar nuevamente el país. Fueron reformas profundas en el plano social, religioso, cultural. Con su liderazgo, el pueblo reencontró los fundamentos éticos y morales sin los cuales es imposible ser nación.

Esta pequeña historia* que ocurrió hace más de 2700 años, es un ejemplo de que la herencia política de los ancestros no se transmite por los genes. No se puede cargar sobre los hijos las culpas o delitos de los padres. Lo que hay en política son decisiones, sean estas pensadas o insinuadas. El pesado legado de nuestros padres se decide cargar o se decide dejar de lado.

Keiko Fujimori es la hija de Alberto Fujimori, el dictador encarcelado. Pero que lo sea, no es razón para afirmar que ella actuará de la misma forma. Cada político es libre de escoger su camino o en todo caso, de no dejarse atrapar por el pasado. Entonces, ¿por qué creo que ella sería la peor opción para el Perú?

El decenio Fujimorista se encargó de sacar a flote lo mas escabroso y tenebroso de la política: la idolatría al poder, la concepción de que todas las personas tienen un precio, el cinismo como arma válida en política, el reemplazo de la ciudadanía por un clientelismo de ¨kilo y litro¨ (kilo de arroz y litro de aceite, repartidos a los potenciales votantes). Y fueron decisiones tomadas, no por entes anónimos sino por personas de carne, hueso, pellejo y billeteras hambrientas. Un gobierno es sobretodo la suma de sus líderes y la resta de los que mantienen silencios cómplices. Fueron diez años donde se pisotearon las leyes y se incrustó en el alma de nuestras clases adineradas y gobernantes, un mal llamado pragmatismo: si me enriquezco, poco importa la democracia o los derechos humanos. Esa clase que gobernó al Perú no ha mostrado signo alguno de arrepentimiento. Hoy perciben en Keiko, el puente por donde sortearán el río de justicia que les impedía pasar. Es como una reivindicación para ellos. Y de seguro, de llegar al poder contaran la historia de modo distinto: pretenderán que fueron las víctimas, que les persiguieron por patriotas, y que los crímenes apenas fueron errores que además sirvieron para resolver los graves problemas del país.

La filiación que debemos temer en Keiko “Presidenta”, no es entonces la genética sino la política. Son las decisiones que toma las que la definen. Ella elige dejarse rodear por quienes son sus afines políticos. Ella decide construir “ciudadanía” con ollas, cocinas y alimentos repartidos mañosamente. Ella resuelve libremente justificar la corrupción del padre, el “mejor presidente del Perú”. Ella decide usar lo religioso para justificar lo político. Ella consiente dejarse usar por el padre, para que a través suyo gobierne nuevamente al país. Ella es quien decide creer que las violaciones a los derechos humanos cometidas por Alberto Fujimori, fueron daños colaterales necesarios.

Cuentan que el padre de Beethoven fue alcohólico. Lo maltrató mucho cuando era pequeño, queriendo convertirlo en un niño prodigio, a lo Mozart. Con una infancia así, cualquiera pudo renegar de la música. Pero no, Ludwig se convirtió en lo que se convirtió. De haber seguido el destino de su padre, no escucharíamos hoy la quinta o novena sinfonía, ni la melancólica Sonata “Claro de Luna”. Con un poco mas de tiempo, Ludwig pudo haber terminado su ultima sinfonía, la llamada inconclusa. Con un entorno como el que rodeó a Keiko de adolescente, bien pudo renegar ella de la política. Ella fue testigo (tal vez impotente, tal vez no) de las intrigas políticas que a diario sucedían a su alrededor. Testigo de una madre torturada por el padre. Vivió por años casi enclaustrada en un cuartel. Seguramente su adolescencia le fue robada. Tuvo que asumir ese tipo de vida. Le hicieron creer que lo tenía todo.

Pero hoy sí, ella tiene opciones. Y ha decidido lo que ha decidido, no en nombre del padre, sino de sus propias convicciones o conveniencias políticas. Porque el autoritarismo más que en los genes, se le lleva en el alma. Hoy Keiko tiene en frente una partitura que podría nunca nacer o terminar inconclusa, una sinfonía que acabe siendo afonía política: su voz acallada por la de su padre, la de sus familiares, la de sus supuestos amigos, por aquellos que siempre encontrarán en el poder político, una forma de mutilar la libertad humana, de envilecer a las personas. Ella decidió. Keiko decide.

Lima, 8 de Mayo de 2011

(*) La historia puede leerse en la Biblia, libro de 2 Crónicas capitulo 33 en adelante

1 comentario:

  1. Considero que hay cierta ambiguedad y contradicciones en el discurso. La frase: "Porque el autoritarismo más que en los genes, se le lleva en el alma", parece entrar en total incoherencia con lo señalado en líneas arriba. Por momentos, el texto parece un saludo cordial a Keiko y una invitación a "Convertirse". Luego, se le crítica de algo que se supone no ha hecho (seguir los pasos de su padre). Disculpen, pero esta ambiguedad me parece iquitante, parece un saludo a Keiko pero al mismo tiempo un "quedar bien" con los sectores que están contra ella. Cuando se dice: "ella fue testigo, impotente tal vez", se denota cierta justificación; luego, se dice que ella ha decidido "según sus convicciones religiosas". Quizá el sarcasmo no esté literariamente lo suficientemente trabajado o sea la posición ambigua una forma de estar prevenido ante el posible embate fujimontesinista en caso ganen

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